entre el tiempo y el espacio

Espacio-Tiempo como jaula

By on 21 enero, 2016, in psique e imagen

 

La realidad humana ha estado dominada transculturalmente por dos grandes nociones, el tiempo y el espacio. Estas dos dimensiones han delimitado el marco de nuestras vidas a nivel individual y colectivo, definiendo nuestra zona de influjo y aquello que es posible e imposible para nosotros como seres humanos en el plano físico, emocional  y racional.

Con mucha frecuencia escucho en consulta, cómo el paso del tiempo se vive con angustia, cómo la sensación de frustración ante determinadas experiencias vitales está ligada a la imposibilidad de ´volver en el tiempo´, ´recuperar la juventud´, ´detener los minutos´… grandes fantasías humanas tienen que ver con controlar esa entidad abstracta e implacable que marca nuestras vidas identificadas con frecuencia con ideas como el deterioro, la vejez y  la muerte.

Todos hemos fantaseado en algún momento con retornar hacia algún episodio o período de nuestro pasado y cambiar algo que nos marcó negativamente para hacer algo de forma distinta, pensando que los resultados serían ´mejores´ para nosotros o para nuestros seres queridos. También existe por supuesto la fantasía de viajar hacia el futuro para saber qué nos depara la existencia y tomar las ´decisiones correctas´ en tiempo presente. Claramente estas posibilidades de dominar el tiempo, parecen sólo existir en las historias de ciencia ficción… pero en la mente del ser humano también existe esa posibilidad en el plano del inconsciente: los sueños no están regidos por estas dimensiones espacio-temporales; en un sueño, uno puede desafiar al tiempo del reloj, puede volver a ser niño, visitar la casa de la infancia, tener interesantes conversaciones con seres queridos ya muertos hace años,  o tener intensos encuentros sexuales con  personas que (posiblemente) aún no ha conocido… eso implica que en un lugar oculto de nuestra psique, ocurren eventos que no están bajo el influjo de las leyes lineales del tiempo, que en un lugar de nuestra mente somos libres de la dictadura del reloj y podemos experimentarnos como niños, jóvenes y ancianos de forma simultánea.

Con la noción de espacio, sucede algo similar. Nuestro territorio está físicamente demarcado desde nuestro nacimiento por nuestros límites corporales, el espacio en el que crecemos, los lugares que frecuentamos, la ciudad en la que vivimos etc. El primer territorio de un niño es su madre y poco a poco lo va ampliando a su cuna, su casa, su calle y así sucesivamente. En principio, todos los seres humanos  poseemos este impulso expansivo  durante toda la vida, sin embargo para la mayoría de los individuos, a causa de experiencias inhibitorias tempranas, se presenta una especie de síndrome de ´encarcelamiento´ que asume la forma de “estoy atrapado en mi cuerpo, en la casa de mi madre, en la ciudad en la que vivo”… acompañado de toda clase de fantasías de fuga: “si tan sólo pudiera irme lejos”, “salir del país” sin saber de dónde proviene este deseo y generando una frustración extrema al no poderlos realizar. En casos severos este deseo de escape puede asumir la forma de pensamientos de muerte, como una puerta de salida legítima.

En el plano onírico, estas limitaciones espaciales también pueden diluírse: podemos volar o tele-transportarnos, desplazarnos a grandes velocidades, ser gigantes cósmicos o seres microscópicos desafiando las leyes de la materia y sus relaciones con el espacio. En este sentido, al no tener restricciones espacio-temporales, nuestra psique durante el sueño experimenta sensaciones de libertad que no es posible experimentar mientras estamos despiertos;  en contexto psicoterapéutico, la ampliación de sueños pueden permitir al soñante/consultante recuperar experiencias oníricas que le permiten experimentar algo de lo que carece en su vida cotidiana de vigilia; a veces, sólo recordar una escena o incluso una imagen del sueño, le puede ayudar a una persona a disminuir tensiones e impulsos recurrentes ligados a traumas inhibitorios con repercusiones en distintas escalas en su vida; en otros casos el sólo hecho de recordar un sueño no es suficiente para cumplir con esta función de realización simbólica; en dichos casos se hace necesario entrar a desglosar el sueño simbólicamente, analizar sus componentes y correlaciones emotivas, de tal forma que éste se convierta en una fuente valiosa de contenidos, que le permitan al soñante detectar códigos útiles para el planteamiento de experiencias metafóricas que, una vez realizadas simbólicamente, le permitan re-significar experiencias traumáticas del pasado vividas como fuentes de frustración permitiéndole  ampliar su “territorio” a nivel intelectual, emocional, material y creativo y entrar en contacto directo con dimensiones de su mente que no están encerradas en la jaula espacio-temporal.

0

Reply