La versión mítica de nosotros mismos

By on 19 marzo, 2015, in psique e imagen

 

Es, generalmente, en momentos de crisis que dedicamos tiempo y espacio para ocuparnos de nuestra vida interior… para darnos la oportunidad de comprender  porqué ´nos ocurren´ ciertas cosas o porqué estamos experimentando emociones, pensamientos o actitudes que nos impiden ser felices. Este trabajo de auto-descubrimiento ha sido históricamente percibido como un periplo tanto heróico como terrorífico.

No tenemos ninguna idea de lo que encontraremos en las profundidades de nuestra psique… las analogías que se han utilizado ancestralmente para describir el viaje hacia sí mismo, tienen que ver con exploraciones de las profundidades marinas, incursiones en bosques nocturnos, penetración a ciegas en selvas inhóspitas…todas estas comparaciones nos hablan de parajes oscuros, habitados por seres peligrosos e impredecibles… encontramos alusiones en innumerables textos a la gran epopeya solitaria, llena de pruebas titánicas, que todos los seres humanos, sin excepción, debemos cumplir y cuyos únicos resultados posibles son la victoria o la muerte. Nos hemos transmitido como especie este legado a través de mitos, cuentos y leyendas universales, de generación en generación, a través de los siglos.

Aunque todos nos veamos abocados a la temible prueba (particular y única para cada uno), en principio, desconocemos la versión mítica de nuestra propia vida -de la cual, paradójicamente, nuestras experiencias cotidianas son el reflejo-. Se nos dice desde niños que las imágenes espontáneas que surgen desde adentro, nuestros miedos, deseos profundos, sueños y pesadillas no son más que fantasías y desechos inútiles a los cuales no hay que poner atención. Así que, poco a poco nos condicionamos para ignorarlos y volverlos invisibles. Antes de empezar el recorrido consciente hacia adentro de la propia psique, uno ya ha olvidado sus paisajes, desconoce sus monstruos, confunde las voces aliadas con las enemigas, ve borrosas las imágenes que un día fueron brillantes y nítidas. Este universo paralelo empieza a re-surgir en el marco de un tratamiento psicoterapéutico de forma ´orgánica´a través del diálogo paciente/terapeuta.

El fenómeno de vínculo proyectivo de contención, propiciado en terapia, favorece la emergencia de recuerdos enterrados en el inconsciente, al permitir que vivencias traumáticas, imágenes crudas y hasta impulsos de muerte, que han estado reprimidos durante años, puedan ser confrontados desde un lugar menos vulnerable que el experimentado originalmente. Aunque estos contenidos se originan en momentos diferentes en el tiempo, se empiezan a presentar de manera sincrónica durante las sesiones de tal manera que es posible revivir una situación de la primera infancia y unos minutos después, experiencias vinculadas a ella -de forma misteriosa en primera instancia- en la adolescencia, la edad adulta o la vejez.

Todos estos contenidos se van entretejiendo a través de emociones, sensaciones e imágenes, haciendo que elementos que no tenían pies ni cabeza por separado, vayan adquiriendo un sentido y una perspectiva como conjunto para el individuo. La esfera personal consciente, se va ampliando en la medida en que estos contenidos van saliendo a la luz y se van vinculando entre sí, permitiendo que el ego re-interprete algunos aspectos que antes le parecían oscuros e inaceptables desde su propia escala de valores e integrando aspectos -antes rechazados- en el panorama global de su existencia.

Es así, como, a grandes rasgos, el proceso analítico puede facilitar la flexibilización y  resignificación de algunos de los códigos que representan un bloqueo leve o severo para el desarrollo del individuo.

Este proceso verbal de recuperación arqueológica de información, puede tardar años, hasta lograr proporcionar un panorama que resulte integrador para el paciente. Muchas personas, aunque estén necesitando realizar el proceso de terapia, desisten por anticipado o durante el tratamiento, por no contar con los recursos suficientes o por no encontrar a la persona apropiada para acompañarlos en una odisea que parece interminable. Es aquí donde las terapias intensivas breves encuentran su espacio, entendidas como ventanas de oportunidad, para tocar un punto que resuene en todo el sistema positivamente.

 

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